Susurro. Secreto lamento.
Disculpa que inspira el recuerdo.
Nos quedan conversaciones vacías
que a rellenarse aún esperan
de prometidas palabras sinceras.
Solo tú sabes por qué:
pero no llegan.
Mientras tanto aguardan
a otro año, a otra vida.
A ese verano que un ojo nos guiña.
¿Sabes? quisiera
que me escucharas un día,
para recitarte toda mi vergüenza.
Y que me oyeras, ¿sabes?
que me oyeras.
Que supieses todo lo que callé,
lo que hube haber dicho en su momento
y al marcharme, parviña, me mentí.
Y quiero que sepas que hoy me arrepiento.
Que abrazo una ilusión
de limón y hojas secas.
Que clavas mi cabeza en una pica
y no te das cuenta.
Que incluso el papel mis lágrimas rechaza:
tampoco él quiere ser confesor de mis desgracias.
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