Pero es tu presencia, que me perturba:
la misma que anoche me tranquilizó.
Son tus palabras las que me inquietan:
las mismas que ayer me hicieron dormir.
No, tu ausencia no me ayuda.
Tu silencio no me calma.
Es mi risa la que llora,
y suplica, una vez más,
que no te vayas.
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